lunes, 14 de marzo de 2011

¡Venga, unas ostias! Thai Dragon, de Tony Jaa

¡Saludos! Hoy vengo a daros una pequeña lección moral: no jodáis (en el mal sentido) a la gente. Está muy de moda desde hace tiempo hacerse el gracioso mareando a un compañero de clase, grabarlo en vídeo y subirlo a Youtube o sacar tus mejores instintos de hijo de perra con un animal de compañía (como un gato, un perro o un elefante). Pues bien, se ha acabado toda esa mierda. A partir de ahora todos aquellos sufridos portadores de un retraso que les lleve a tocar las narices como pasatiempo deberán pensárselo dos veces antes de pasar a la acción. ¿El motivo? Nunca se sabe cuando puedes joder al chico equivocado...



Pero eso no es más que un pequeño ejemplo. Viajemos hasta la lejana Tailandia en donde, como cualquiera de nosotros sabe, la gente se dedica a cuidar elefantes y a entrenar sus cuerpos en el noble arte del Muay Thai. Allí una mafia dedicada al tráfico de elefantes le roba al pobre Tony Jaa su mascota, que representa todo por lo que su familia ha luchado generación tras generación. Como buen campesino tailandés sabe que sólo le queda una salida: viajar hasta la capital para destruir a todo aquel que se cruce en su camino, sembrando de despojos humanos y huesos rotos el sendero que lo lleva hasta los responsables del crimen. En uno de los momentos clave de la película, Tony contempla el esqueleto del que cree que es su elefante y comienza a recordar todos los buenos momentos que ha pasado con él, instante que aprovechan los sicarios de la mafia para atacarlo con impunidad. ¿Impunidad? No, señores, no. Un pobre desgraciado decide apuñalar a Tony mientras éste llora desconsolado y encuentra con la punta de la navaja el botón que activa el temido modo matar. 

El resto es historia.

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